jueves, noviembre 10, 2011

La Cima del Cerro


La cima del cerro.

-Me encuentro en medio del silencio y no escucho nada. Me encuentro entre la muchedumbre y me siento solo. Voy caminado a largos pasos sin destino. En medio del ruido escuché una voz silenciosa: -¿Adónde vas tan deprisa?-lo escuche, mientras seguía con mis pasos gigantes y lo ignoré. Estaba caminando solo, en un momento me sentí en compañía al escuchar la voz.

-¿A dónde voy?-me pregunte, mientras continuaba caminando.


Desde lejos miré un cerro montañoso – ¡Quiero ir en la cima de ese cerro!-dije, con deseo de caminar entre árboles. Me vi tan pequeño cuando llegué en la orilla del cerro. Era un cerro tan alto y sin veredas. Las hojas de los arboles que están tirados en suelo estaban mojados por la lluvia. Caminaba con mucho cuidado para no resbalar. Mis pasos largos se disminuyeron al caminar entre arboles. Cuando ya llevaba varios minutos de camino, miré hacia atrás: no había avanzado.

Por estar viendo mi punto de salida me resbalé en las hojas mojadas y llegué a caer en el mismo lugar. Estaba tirado en el suelo viendo hacia el cielo cuando me pregunte. -¿Ahora qué haré?- Me levanté tan rápido como pude y volví a caminar. –Tengo que llegar en la cima-decía silenciosamente-. No me importaba cuanto tiempo iba tardar. -Una meta propuesta es una meta que hay que alcanzar.-decía, tratando de motivarme. Me enfoqué en mi destino. Iba a pasos lentos, pero seguro. Te cuento, que me daba tentación de mirar hacia atrás.

Me detuve en las ramas de un árbol y miré hacia atrás. Miraba rocas de todo tamaño, grandes, medianas y pequeños. En ese momento aparece un conejo blanco que me distrajo. Por poco no me soltaba de la rama del árbol. Pegué un grito de susto. Si me resbalaba iba caer donde inicié el camino.

-¿A dónde vas? –Me pregunta una ardillita que brincaba entre las ramas de los arboles.

-En la cima del cerro –le dije, mientras trataba de escalar la montaña.

-¿Vas a continuar o regresar? –Me pregunta la ardillita, que me vio cansado e indeciso.

-¿Falta mucho para llegar? –Le pregunté, mirándole los ojitos.

-La subida es muy cansada y probablemente te va a llevar mucho tiempo-me dijo un poco preocupado-. Quizás, necesitas un empujón, Toma un poco de agua porque el camino aun es largo. Se rápido en tus decisiones.

-Continuaré o regresaré pero no me quedaré en medio-le dije.

- Quedarse en medio camino significa indecisión –me dijo la ardilla que conoce bien el camino para llegar en la cima del cerro. Tienes dos opciones, aunque parece que tuviera tres. La primera es regresar y olvidarte de la cima, la segunda es continuar cueste lo que cueste y la tercera es quedarte en medio de la montaña y que llegue un león y te come vivo.

-No-no quiero que me coma un león-le dije temblando de miedo. Elimino la tercera opción y me quedaré con dos.

-Suena como juego, Verdad-me dijo la ardillita que estaba comiendo nueces.

-Sí, solo debo saber cómo jugarlas –le dije-. No todo el tiempo he ganado, pero me divertido. Es un riesgo que se toma. Continuaré caminando. La ardilla me indicó el camino que debía tomar para llegar en la cima. Miré unos pájaros que volaban en el cielo. El águila se elevaba lo más alto, así quisiera ser.

-¿Quién eres? – me pregunta un gato que andaba perdido entre los árboles.

-No lo sé – le dije un poco apenado-. En el fondo quería ser como el águila que volaba lo más alto. Los dos amiguitos que encontré en el camino me cuestionaron mucho. Me indicaron el camino correcto y me ayudaron a definir lo que quería. Cuando me estaba acercando a la cima, hice a un lado mis dudas y preguntas. Estaba ansioso por llegar.

-Por fin llegaste –me dijo la ardilla y el gato de monte que estaban jugando en la cima del cerro.

-Me siento contento – les dije con mucha emoción-. Miré hacia atrás, recorrí un camino horrible. Al mirar hacia enfrente es como abrir mis por primera vez y ver las maravillas de la vida. Cambié de actitud. -¡Adiós!-Grite fuerte, para no volver a ver el camino que recorrí-. Ahora me toca enfrentar nuevos retos, lo desconozco: eso lo hace interesante.

-Cuéntanos, ¿De dónde vienes? –me pregunta mis nuevos amigos.

-Vengo huyendo de mi pasado-les dije, mientras buscaba un espacio donde sentarme-. No quería dejar mi pasado, porque al hacerlo implicaba compromiso. Tuve miedo al compromiso o más bien al desconocido.

-¡Miedoso! – mi dijeron los dos.

-Fíjense que no –les dije defendiendo mis ideas acerca del compromiso-. Por lo menos tuve el coraje de enfrentar mis miedos. Esto me ayudó para dar el primer paso hacia donde quería llegar. Caminé en la cima del cerro, escuché el cantar de los pájaros, disfruté el aroma de las flores. Me encontré con nuevos amigos que me saludan. El ambiente seguía igual, quien se estaba cambiando, Era Yo. Vi el mundo de otra perspectiva.

Por Salvador Zacarías